Médico de profesión y testigo directo de una de las épocas más duras de Medellín, fue parte de esa generación que aprendió a ejercer la medicina en medio del caos. Mientras la violencia se apoderaba de las calles, él y sus compañeros pasaban noches enteras en hospitales saturados, atendiendo a decenas de heridos, muchos de ellos con historias que el país prefería no escuchar.

En aquellos pasillos, entre el ruido metálico de los instrumentos y los ecos de las sirenas, Zuluaga vio de cerca la frontera entre la vida y la muerte. Aprendió que la medicina no solo se trata de conocimiento, sino de humanidad, instinto y resistencia emocional.

Décadas después, comprendió que había una deuda con la memoria. Que detrás de cada vida salvada existía también una cicatriz invisible en quienes la salvaron. Por eso decidió abrir el armario del silencio y escribir Los Parias de Blanco: un homenaje a sus colegas, a los médicos que improvisaron con hilos de sastrería, que atendieron tanto a inocentes como a sicarios, y que pagaron el precio de servir en tiempos en los que nadie quería mirar.

Hoy, Francisco Zuluaga combina su vocación médica con su compromiso por rescatar la historia humana detrás de los titulares. Con una pluma honesta, empática y descarnada, nos invita a mirar de frente una verdad que la sociedad ocultó por años: que incluso en medio de la barbarie, hubo quienes siguieron eligiendo salvar vidas.